Quiero empezar esta entrada felicitando a todos los participantes del «Primer Premi de relats Ovelles elèctriques», verdaderos protagonistas del sarao, y en especial a los finalistas y ganadores. No es peloteo gratuito decirles a estos últimos que, si supieran lo ajustado de la votación final y el intenso debate que sus creaciones han suscitado entre los miembros del jurado, todavía se sentirían más orgullosos de haber conseguido colarse entre los diez elegidos sobre los 123 participantes iniciales.
Tengo la seguridad de que los tres primeros clasificados son los tres mejores relatos finalistas. Sin entrar en detalles, uno de ellos es mi relato preferido de todos los presentados.
No hace falta decir, precisamente por eso lo hago, que hay algunos relatos que a mi juicio merecían estar en la final y se quedaron por el camino. Relatos excelentes que bien merecen que sus autores les brinden las oportunidades que haga falta, sea en otro certamen, sea en revistas o e-zines, para que al menos, unos pocos lectores puedan disfrutarlos. La buena noticia es que se tiene pensado publicar una antología en edición bajo demanda con los mejores relatos presentados al concurso. De ser escogidos, ése puede ser un estupendo lugar.
Ha habido debate del bueno, respetuoso pero a cuchillo, los cinco miembros del jurado defendiendo con argumentos de peso las preferencias personales y obligando a los demás a conceder que se nos habían pasado por alto detalles que otros ojos si habían sabido ver, del mismo modo que los argumentos propios hacían reconsiderar las posturas ajenas. Divertido, es la palabra. Sólo se ha echado de menos una reunión presencial, más que nada por aquello de otorgar caras a entidades virtuales, y aprovechar la situación para ponernos finos en cualquier restaurante, la dolorosa a cuenta de Eugeni, of course.
Tenía la intuición, y ahora el convencimiento, que la experiencia de formar parte de un jurado debería ser obligatoria para cualquier escritor en ciernes. El enfrentarse con el máximo respeto y curiosidad a un buen número de escritos ajenos, con la responsabilidad de valorarlos y el principal acicate, —aquí reside sin duda alguna la integridad de cualquier certamen—, de intentar dar con el mejor de todos, ofrece una perspectiva difícil de conseguir ante un libro publicado o la obra propia. Al mismo tiempo que se toma conciencia de las singularidades que nos llaman la atención y por qué lo hacen, vemos las tendencias grupales, las temáticas compartidas, los distintos enfoques y aquellos casos en lo que estos han funcionado, en cuáles no, y por qué motivo. Todavía más enriquecedor resulta el debate posterior, el contrastar las impresiones propias con las del resto del jurado. De las discrepancias y acuerdos, y sobretodo de las argumentaciones de los primeros, se aprende muchísimo pues obliga a salir de la torre de marfil que es nuestro propio ego y sobrevalorado criterio. Todo ello supone una información valiosísima, no sólo a la hora de perpetrar las propias creaciones sino, sobretodo, a la de afrontar un certamen literario. Evidentemente me refiero a los que merecen tal nombre y no a los que encubren una simple pantomima de promoción de una obra escrita por encargo. Sobran las explicaciones, ¿verdad?
Pero regresando a los relatos, veamos si soy capaz de desglosar, en unas pocas líneas básicas, algunas premisas que pueden resultar de utilidad a la hora de acudir a un concurso de relatos. Evidentemente ninguna de ellas asegura la victoria y, para qué engañaros, más de uno os quedaréis con la impresión de «el colega ha descubierto la sopa de ajo», pero como decía al principio del párrafo anterior, una cosa es tener la intuición, y la otra, el convencimiento.
—Faltas, puntuación y errores ortosintácticos en general. Su presencia reiterada en un texto corto, siempre se puede colar alguno, denota falta de revisión, dejadez, y le arrebata al relato cualquier posibilidad de victoria por muy genial que sea.
—Desechar cualquier relato que no se entienda o funcione a la primera lectura. Hay mucho que leer, poco tiempo, y a excepción de casos muy concretos, el lujo de una relectura sólo lo disfrutan los finalistas.
—Olvidarse de relatos experimentales, huir como de la peste de tramas oníricas y surrealistas a las que el género puede ser tan propicio. Ninguno de los relatos presentados con este perfil han conseguido llegar a la final. No suelen gustar. Miento. A mí me encantan. De hecho mi segundo relato favorito era de este tipo, y había por ahí algún otro que también puntué generosamente. Pero yo es que soy raro y se trata de afinar con el gusto mayoritario de un jurado. Algunos objetarán que el segundo clasificado pertenece a dicho grupo. Discrepo. No hay que confundir un desvarío fantástico que lleva la suspensión de la credulidad al extremo, pero presenta una lógica interna, con un escrito que busca deliberadamente, y se recrea, en la sensación de extrañeza.
—Éste es específico para relatos fantásticos: intentar concentrar toda una cosmogonía o mitología en un relato es imposible. Puede que en la mente del autor todo esté muy claro, pero cualquier lector con un coeficiente intelectual estándar que se enfrente al texto por vez primera se habrá perdido a la quinta línea. Si es paciente logrará llegar al final del texto, pero se aburrirá como una ostra.
—Uno relacionado con el anterior, pero de carácter más genérico: Menos es más. Mejor explicar poco pero bien a mucho de forma sintética. La acumulación termina dejando la desagradable sensación que uno está leyendo el esquema de una novela.
—El giro final pistonudo no existe. Cualquier relato que dependa en exceso de uno tiene las de perder al quedar reducido a mero preludio de esa sorpresa, corriendo el riesgo de que el final no guste o que se intuya demasiado pronto. En caso de gustar y de pasar el primer corte, esa sorpresa perderá fuerza en las sucesivas relecturas. Por cierto, a estas alturas Los otros y El sexto sentido ya las ha visto hasta el Tato.
—Éste es específico para relatos ci-fi y está relacionado con el punto anterior: que el lector lea una historia pensando que el protagonista es humano, y que al final resulte ser extraterrestre, androide o cualquier otra variedad, hace tiempo que dejó de ser original y lo más probable es que al mismo certamen se hayan presentado decenas de historias similares.
—Buscar la originalidad en la medida de lo posible, o mejor dicho, intentar evitar sendas demasiado holladas. Valorar, una vez terminado el relato, si nos ha traicionado el subconsciente. Si la historia, o algún elemento en ella, se parece demasiado a cualquier otra cosa ya escrita o filmada que ha disfrutado de distribución masiva. En este punto nos puede ser de gran ayuda la valoración de amigos y familiares. Quizá no sea tan crucial como los anteriores, de hecho un par de relatos finalistas se podrían incluir en él. Pero debo decir que uno de los argumentos para atacarlos en el debate final fue ése, yo mismo lo utilicé, y que ninguno de los dos se alzó con la victoria. Como mal menor, y en caso de que estemos realmente satisfechos del relato o que descubramos la semejanza demasiado tarde y ésta sea secundaria, siempre se puede añadir, si la naturaleza del escrito lo permite, alguna referencia a la misma, así nos subimos al carro del homenaje o referente.
—Hablando de referencias. No conviene abusar de las frikis. Y si aún así el tono del relato lo requiere, o sencillamente al autor le sale de las narices hacerlo, al menos que sean algo más sofisticado que menciones a Star Wars, Matrix o a la trilogía de Tolkien.
—El sentido del humor es personal e intransferible y hacer reír muy difícil, ergo conectar con el sentido del humor de cinco personas es toda una gesta. Por otro lado, si un texto cómico logra pasar el corte y plantarse en la final, siempre se enfrentará a una pérdida de frescura mucho mayor que el resto pues los chistes y ocurrencias ya son conocidos. Un toque de humor siempre se agradece, pero a no ser que la sangre de Groucho o Woody Allen corra por vuestras venas, yo no apostaría por un relato humorístico a menos que el certamen sea específico de estos.
—Que la historia atrapé desde la primera línea y no suelte hasta la última. Es decir, que lo que se cuente sea interesante de principio a fin. Cuando hay mucho que leer cada gramo de diversión se agradece como agua de mayo y el buen sabor de boca en el jurado queda asegurado. Por otro lado maldita la falta que hacen interludios o ejercicios de estilo vacíos en textos de esta extensión. No insinúo que se tenga que renunciar a una escritura elaborada y que esté animando al personal a tirar por la tangente, sino que el lirismo no tiene por qué estar reñido con un contenido interesante.
Ya para terminar, sólo me queda agradecerle a Eugeni Guillem el haberme brindado la posibilidad de disfrutar de semejante experiencia e invitaros a leer los magníficos escritos de José María Pérez Hernández, de Felipe Martínez de Anguita d’Huart y Sergio Macías García. ¡Enhorabuena campeones!
Pues quería aprovechar para darte las gracias (y al resto del jurado) por concederme el primer puesto. Cuando quedé finalista tenía serias dudas de que pudiera ganar, aunque siendo sinceros, también reconozco que la idea de un tercer puesto no me parecía descabellada o imposible 😉
Me alegra muchísimo, no sabes cuanto, que hayáis disfrutado con mi relato, ya que ese es mi principal objetivo cuando me siento a escribir, por encima de cualquier otra consideración. Estoy convencido de que había relatos mejor escritos que el mío (el segundo y tercero, por ejemplo, que además tienen grandes ideas), así que de nuevo gracias por haber tenido en cuenta otros factores a la hora de votar. No sabes el subidón de moral que me habéis proporcionado 😀
Y tomo nota de tus consejos a la hora de presentarse a un concurso. Algunos los conocía y los llevo a cabo, pero hay algún otro que tendré en cuenta para futuros certámenes.
Parezco un disco rayado, pero lo vuelvo a repetir: muchísimas gracias 😀
En realidad yo no los llamaría ni consejos, nada más lejos de mi intención que hablar ex cáthedra. Son sencillas reflexiones que se me han ido pasando por la cabeza a lo largo del proceso de evaluación y posterior debate. Cosas que de forma inconsciente quien más quien menos tiene en cuenta en estos lances, pero que tal vez no esté de más poner por escrito para tenerlos en mente.
Por otro lado no tienes nada que agradecernos, Sergio. El premio te lo has ganado tú solito escribiendo el relato.
Reflexiones, pues. Pero lo cierto es que son cuando menos interesantes y a tener en cuenta.
Una curiosidad: ¿tiene alguna importancia para ti el titulo de relato a la hora de ponerte a leer? Pregunto porque en mi caso he encontrado algunos títulos especialmente sugerentes entre los diez finalistas («Inmundicias», «Humedades», «A sotavento de Montjuich» o «Napoleón y el mago», por nombrar algunos). Imagino que un titulo sugerente, si no va acompañado de una buena historia no tiene nada que hacer, pero me preguntaba si el titulo, en tu opinión, predispone o prepara de alguna manera a la hora de enfrentarse a la lectura de un relato.
Madredelamorhermoso, Nubian. ¿Verdad que quedaría bien decir que sí?
Voy a corregirlo antes de perder la poca credibilidad que me queda.
¡Enric!
¿Lo has hecho aposta?
Lo de escribir «deshechar» justo debajo del párrafo advirtiendo de los errores ortosintácticos.
Pues la verdad es que no le presto demasiada atención a los títulos. Tal vez si se trata de un giro especialmente ingenioso o de algo que cobra pleno sentido tras la lectura del relato le haga ganar algunos enteros, pero no le veo al hecho de poner un título más mérito que un poco de sentido común; algo que se puede hacer en unos segundos, una vez conlcluido el relato, y que basta con que tenga una mínima relación con el contenido. La metamorfosis, El retrato de Dorian Grey o La historia interminable son bastante ilustrativos en este sentido. Me basta con que no sea un spoiler de algo importante en la trama, de algo que no debe conocerse de antemano, en un caso así tal vez sí que afectaría negativamente en la valoración del relato, pero no se me ocurre ningún caso más. De hecho, a lo largo del debate con el resto del jurado, no recuerdo que, en ningún momento, saliera a colación el título a la hora de defender o criticar algún texto. Creo que es un tema que tiene más importancia a nivel de garra comercial que de calidad literaria, la verdad.
Pero de nuevo esto es una opinión muy personal. Recuerdo que en la valoración de los relatos de los TDL de Sedice es bastante usual que la gente comente si el título le ha gustado o no, y que se inicien verdaderos debates con un título por argumento. Aunque considero que los TDL son un certamen muy peculiar al tener un jurado popular. De hecho, en cualquier certamen con plica y lema, si el autor no hace coincidir este último con el título real, en caso de ganar, el jurado no lo conocerá hasta que se abra la plica.