Considerar que la novela de Juan de Dios Garduño es una de zombies sería como decir que Soy leyenda es de vampiros; una simplificación que más que ayudar a hacerse una idea de su contenido, despista.
La referencia a la obra de Matheson no es arbitraria, Y pese a todo… bebe de muchas fuentes tanto literarias como cinematográficas, pero a mi juicio, su planteamiento deriva directamente de esta, hasta el punto que en muchos aspectos podría considerarse un ejercicio de reescritura. Como si el autor se hubiera planteado qué factor podría convertir la situación de Robert Neville en todavía más desesperada, y hubiera conseguido una respuesta tan simple como brillante: que no fuera el único superviviente, que tuviera que compartir su particular isla desierta con su odiado vecino. De este modo, a las penurias del día a día, al sentimiento de desolación y soledad, hay que sumar el de odio y rechazo que uno despierta en el otro.
La novela está estructurada a partir de la alternancia de capítulos entre los dos protagonistas principales y vecinos en Bangor: Patrick, que vive con su perro Doggy, y Peter, que cuida de su hija Ketty. De la misma forma en que navega entre dos líneas temporales. La que cuenta su presente desasosegante, marcado por sus intentos desesperados de cubrir sus necesidades más básicas: la seguridad de sus viviendas, comida y medicinas; y hacer frente a sus fantasmas personales marcados por la culpa, la soledad y el engaño, que Peter mitiga hundiéndose en el alcohol y el afecto a su perro, y Patrick cuidando obsesivamente de su hija. Los recuerdos del pasado nos narran cómo empezó el conflicto, los planes de evacuación de la población que les llevaron a su situación presente, así como el origen del odio de Peter hacia Patrick.
El ritmo de la narración es eléctrico, el autor controla con gran habilidad la dosificación de la información, no en vano tiene experiencia como guionista, consiguiendo mantener en vilo al lector por partida doble al ir desvelando con el tempo exacto los datos referentes al conflicto que llevó a los dos vecinos a enemistarse y por el otro a la terrible amenaza que ahora deben hacer frente. Del mismo modo sabe mantener el pulso firme a la hora de mostrar la evolución de los personajes y de sus sentimientos encontrados a medida que se suceden los acontecimientos. Mención aparte merecen los monstruos. Su peculiar naturaleza y habilidades les hace especialmente temibles, y siempre, siempre que entran en escena su intervención tiene tremendas consecuencias, resultando la tensión a lo largo de sus ataques avasalladora. Con todo, no es de extrañar que el libro de Juan de Dios Garduño haya llamado la atención de Vaca Films, la productora de Celda 211, que ya ha confirmado su intención de llevarla al cine. Esperemos que lo hagan con más respeto que el recibido hasta el momento por Soy leyenda.