Heredero de la alquimia

La piedra filosofal

Comparar un libro con un guiso puede parecer una falta de respeto. Pero no lo es. Un plato de cuchara, pongamos por ejemplo unas lentejas, requiere su tiempo. Hay que añadir cada ingrediente en el momento preciso y en su justa medida, aportarlo al conjunto de la forma requerida, troceado, en juliana o entero para que su sabor se mezcle con el resto sin predominar en exceso, pero dejando su necesaria esencia. Una receta de estas características pide tiempo y paciencia, una cocción lenta, un chup chup de mañana de invierno, lento y persistente que por arte del fuego, como si el experimento de un alquimista se tratara, vaya transmutando simple agua en un caldo apetitoso que llena el cuerpo de alimento y calor. Si el hambre aprieta los comensales pueden desesperar, maldiciéndose por no haberse decidido por una comida rápida que sacie el apetito de inmediato y se olvide tan pronto uno se levante de la mesa, pero si se opta por el camino largo, aquel que se recorre sin prisa pero sin pausa, disfrutando del trayecto, uno sabe, siempre que el cocinero no nos juegue una mala pasada, tan pronto el primer bocado entre en contacto con nuestras papilas gustativas, que la experiencia ha merecido la espera.
  Heredero de la alquimia no es un libro fácil. Me atrevería a tildarlo de fantasía adulta, aunque quizá al hacerlo ya deje entrever que demasiados productos de franquicia han menoscabado la credibilidad de este género. La propuesta de David Mateo escapa del tópico ya en su planteamiento pues el recurrente entorno medieval deja paso aquí a las antiguas civilizaciones de Oriente Próximo anteriores al nacimiento de Jesucristo. Es en este escenario donde el autor desarrolla una trama compleja, exigente con el lector, que mezcla historia, religión y magia, vertebrada a través del largo viaje de la maestra Neferet y su aprendiz sunu Akbeth, desde Egipto hasta Numeria, pasando por Sodoma, Jericó y otros enclaves de resonancias bíblicas, con el fin de desentrañar el misterio que se esconde detrás de una mortífera plaga de seres imposibles.
  Cada escenario visitado, cada ciudad, cada templo, es tratado con esmero detallista hasta el punto que la cantidad de información que David Mateo nos proporciona puede llegar a ser apabullante. La trama se ramifica y complica a medida que aparecen los distintos comparsas del drama, visires, princesas, jueces, emperadores, taematurgos, ninfas, representantes de sus respectivos pueblos y cultos cuya presencia aporta un nuevo matiz a la búsqueda inicial, que se revelará más trascendente a medida que nuevos peligros e intereses le otorguen un nuevo significado que apuntará hasta la esencia misma de la alquimia.
  Quizá el gran despliegue ofrecido por el autor puede llevar a olvidar que no nos encontramos ante una novela histórica, tal y como el excelente prólogo nos recuerda, sino ante una historia que como el mismo autor define «hace trampa», aprovechando los recovecos oscuros de nuestro pasado, e imaginando lo que en ellos podría haber ocurrido, poblándolos de mantícoras, homúnculos, trolls, ninfas y otras criaturas de leyenda, apelando a ese «sentido de la maravilla», piedra filosofal que busca cualquier autor de fantasía que se precie.
  Llegados a este punto, quien más quien menos puede preguntarse si el guiso que David Mateo nos propone a lo largo de 645 páginas merece el viaje, o si la espera y esfuerzo exigido termina con un plato insípido que no deja satisfecho. En el último tramo del libro, desde el momento en que la acción se desplaza a Jericó y el trayecto se acerca a su fin, el lector paciente que ha sabido esperar a que todos los ingredientes estuvieran en su punto y no ha desistido, disfrutará de un final memorable, donde épica y batalla se mezclan de forma ejemplar y en el que muchos de los actores principales encontrarán un destino que nadie podría haberles imaginado. Habrá quien verá en este planteamiento un error de estructura en la obra, y quizá tendría razón si se tratara de un libro autoconclusivo. Como inicio de una saga, el libro deja un sabor memorable que satisfará al comensal, empujándole a repetir.

6 comentarios en “Heredero de la alquimia

  1. Enric Herce Autor

    Pues te diré lo mismo que a Juande, David: no hay nada que agradecer, es mi opinión. Y como puedes comprobar es la misma que te expresé en privado.

    Me alegra que te haya gustado, Anabel. Veo que coincidimos.

  2. Enric Herce Autor

    A ver qué te parece , JM.

    Saborea esa parte, Alex, que David ha reservado los mejores trozos de chorizo, panceta y morcilla para el final.

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