Cuantos fuimos niños en los ochenta jugamos con ellas. Avanzadilla del desembarco en los hogares españoles del C64, EL Spectrum 48 y los MSX nipones; tatarabuelas de la Game Boy, la PSP y la DS. Las llamábamos simplemente «maquinitas», sin discriminar en tamaños ni marcas, como si se tratara de las hermanas pequeñas de las que llenaban los recreativos. Solo con el paso del tiempo, de niño uno no se fijaba en esas cosas, terminé descubriendo que la idea, cómo no, partió de Nintendo, aunque luego aparecieran clónicos de todo tipo; también que el nombre oficial era «Game & Watch» como simple referencia a lo que eran: reloj y juego en uno. Llegué a coleccionar tres, pero de una prácticamente ya ni me acuerdo. La que llegó a tener a toda la familia enganchada era de color verde pistacho, pantalla alargada y italiana, de la marca Bambino. La cosa iba de atrapar animales dentro de un cuadrado a modo de mira a lo safari. Pero la joya de la corona era mi «Game & Watch» de pura cepa, y con doble pantalla, que era de las que molaban y estaban más cotizadas entre el personal del clase. El clásico incontestable de estas era la naranja, la del Donkey Kong, el incansable gorila lanza barriles, pero yo tenía una roja en la que Donald y Mickey se las veían con un incendio. Me ha hecho mucha gracia encontrala entre el surtido repertorio de esta magnífica página web: Pica Pic, donde consiguen emular de forma alucinante la experiencia que suponía jugar con aquellos videojuegos electrónicos, hasta el punto de reproducir el efecto de los botones al ser pulsados. Lástima que la del safari no se encuentre entre los juegos disponibles, ni tampoco la otra, esa que no recuerdo.
Wow, qué pasada. Sí que puedes jugar de verdad. De estos tuve uno tipo como el Sub attack. Por cierto que lo he jugado un rato ahora mismo y me han matado enseguida!
Están muy logrados, ¿verdad? Es muy cierto que a algunos cuesta cogerles el tranquillo.
Están geniales. Si es que a veces provoca volver a tantas cosas… al Betamax, al vinilo, a todo lo analógico…
Totalmente de acuerdo, Verónica. Hay algo extraño y fascinante a la vez en todos esos objetos que un día formaron parte de nuestra cotidianidad y que el paso de los años acaba convirtiendo en objetos de museo para las nuevas generaciones. Resulta imposible escapar a esa complicidad que solo comprenden los que también los usaron en su día.
Qué entrañable. Yo tenía alguna de seas y conservo el aparato, pero ya no me va
Las mías no sé por donde andarán. Hace poco encontré una tienda en Reus donde vendían algunas, y no precisamente baratas, pero esta web ofrece la posiblidad de dejarse llevar por la nostalgia sin pagar un céntimo.