Cuando sus señorías salieron del Congreso la sonrisa se les heló en el rostro. Una silenciosa multitud les esperaba al pie de las escaleras.
¿Dónde estaba la polícia? ¿Dónde las vallas que debían protegerlos del pueblo al que representaban?
No hubo gritos, ni empujones; no hubo agresión alguna. Sus manos no empuñaban armas, solo libros. No acudían a su encuentro con violencia ni estridencias, solo con el mudo reproche de unas miradas rebosantes de desprecio.
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Se estremeció bajo la capucha cuando vio a su mujer subir al cadalso.
Tratamientos ajenos
El paciente se encontraba en fase terminal. Continuas recaídas se habían solventado in extremis con dosis regulares de promesas, disculpas y algún ramo de flores, pero el abuso del cóctel había terminado desarrollando una resistencia adquirida en su desconfianza, hasta tal punto, que la última infección de infidelidad se había revelado como mortal de necesidad.