Archivo de la categoría: Nudo de piedras (2006-2012)

¡Felices fiestas!

Christma's Time

El fantasma de las navidades pasadas le regresó al sótano donde rompía huesos y aplicaba descargas eléctricas. El de las presentes le mostró las manifestaciones que llenaban las calles clamando contra el régimen y exigiendo justicia para los familiares desaparecidos. El de las futuras, la resolución en la mirada de la cuidadora huérfana, cuchillo en mano, al descubrir la identidad del anciano a su cargo.

La inundación asoló la zona sin dejar supervivientes. María, José y el niño; los reyes magos y sus camellos; los pastores y pastoras con su ganado, todos fueron arrastrados por la corriente mientras Pablito se llevaba la bronca del siglo por no haber utilizado papel de aluminio.

Aquel año decidieron darse las uvas el uno al otro en plan romántico. Cuando le pidió que parase, incapaz de tragar tan rápido, vio desesperada como cogía otro racimo.

En buena compañía

Ni uno, ni dos, ni tres… Tener hasta cinco autores de género y una ilustradora alrededor de una mesa dedicándote sus libros es un lujo que no se tiene todos los días. Si encima son buena gente, entonces la cosa ya es de agárrate y no te menees.

De derecha a izquierda: Juan de Dios Garduño, Sergi Mars, Joe E. Álamo, Verónica Leonetti, Juan Miguel Aguilera, David Mateo y mi cabezón.

De derecha a izquierda: Juan de Dios Garduño, Sergi Mars, Joe E. Álamo, Verónica Leonetti, Juan Miguel Aguilera, David Mateo y mi cabezón.

Joe E. Álamo, Verónica Leonetti, Juan Miguel Aguilera y David Mateo.

Joe E. Álamo, Verónica Leonetti, Juan Miguel Aguilera y David Mateo.

Rebeca con Juan de Dios Garduño y Sergi Mars.

Rebeca con Juan de Dios Garduño y Sergi Mars.

Counselor…? Counselor?

La cosa sucedió más o menos del siguiente modo: la alarma antihurto de la entrada de la biblioteca suena al salir un usuario y se le pregunta si lleva algún libro. El muchacho saca un tratado de Derecho de su bolsa Dolce & Gabbana, a juego con el cinturón y el abrigo acolchado. Se constata que el libro está magnetizado y por eso ha pitado el detector. Acto seguido se procede a comprobar si tiene prestado el libro en cuestión, tal vez quien le ha atendido olvidó pasarlo por el desmagnetizador. Al pedirle el carnet de usuario responde que no es estudiante de nuestra universidad, que va a una privada.
—¿Entonces cómo has cogido el libro en préstamo?
—Solo lo quiero consultar. En mi biblioteca se pueden sacar sin cogerlos en préstamo.
  El libro tiene el tejuelo y el código de barras arrancados. Como el susodicho no consta en la base de datos se le pide el carnet de identidad y se fotocopia como medida preventiva.
—¿Cómo has encontrado el libro en la estantería si no tiene la referencia?
—Yo sí la tengo —replica mostrándola en la pantalla de su iPhone.
—Sí, pero el libro no. ¿Cómo lo has encontrado en las estanterías?
—Porque sabía la referencia.
  Cuando se le comunica que el libro se queda donde está, que no se lo puede llevar, ni de coña, el interpelado alega:
—¿Pero qué estáis insinuando? ¿Que lo quería robar? ¿Que he sido yo quien ha arrancado las etiquetas? Si necesito un libro me lo compro, no necesito robar. ¿Cómo os atrevéis a juzgarme? No se puede juzgar sin conocer a la persona.
  En ningún momento pierde la compostura. No se ruboriza, a pesar de que otros usuarios que esperan su turno lo miran incrédulos. No titubea, no se sonroja, no gesticula; su voz no tiembla. Sus argumentos son flojos, supongo que le falta rodaje y terminar la carrera, pero está claro que alguien que sabe mentir con tanta templanza será un abogado estupendo.