Archivo de la categoría: Nudo de piedras (2006-2012)

Heredero de la alquimia

La piedra filosofal

Comparar un libro con un guiso puede parecer una falta de respeto. Pero no lo es. Un plato de cuchara, pongamos por ejemplo unas lentejas, requiere su tiempo. Hay que añadir cada ingrediente en el momento preciso y en su justa medida, aportarlo al conjunto de la forma requerida, troceado, en juliana o entero para que su sabor se mezcle con el resto sin predominar en exceso, pero dejando su necesaria esencia. Una receta de estas características pide tiempo y paciencia, una cocción lenta, un chup chup de mañana de invierno, lento y persistente que por arte del fuego, como si el experimento de un alquimista se tratara, vaya transmutando simple agua en un caldo apetitoso que llena el cuerpo de alimento y calor. Si el hambre aprieta los comensales pueden desesperar, maldiciéndose por no haberse decidido por una comida rápida que sacie el apetito de inmediato y se olvide tan pronto uno se levante de la mesa, pero si se opta por el camino largo, aquel que se recorre sin prisa pero sin pausa, disfrutando del trayecto, uno sabe, siempre que el cocinero no nos juegue una mala pasada, tan pronto el primer bocado entre en contacto con nuestras papilas gustativas, que la experiencia ha merecido la espera.
  Heredero de la alquimia no es un libro fácil. Me atrevería a tildarlo de fantasía adulta, aunque quizá al hacerlo ya deje entrever que demasiados productos de franquicia han menoscabado la credibilidad de este género. La propuesta de David Mateo escapa del tópico ya en su planteamiento pues el recurrente entorno medieval deja paso aquí a las antiguas civilizaciones de Oriente Próximo anteriores al nacimiento de Jesucristo. Es en este escenario donde el autor desarrolla una trama compleja, exigente con el lector, que mezcla historia, religión y magia, vertebrada a través del largo viaje de la maestra Neferet y su aprendiz sunu Akbeth, desde Egipto hasta Numeria, pasando por Sodoma, Jericó y otros enclaves de resonancias bíblicas, con el fin de desentrañar el misterio que se esconde detrás de una mortífera plaga de seres imposibles.
  Cada escenario visitado, cada ciudad, cada templo, es tratado con esmero detallista hasta el punto que la cantidad de información que David Mateo nos proporciona puede llegar a ser apabullante. La trama se ramifica y complica a medida que aparecen los distintos comparsas del drama, visires, princesas, jueces, emperadores, taematurgos, ninfas, representantes de sus respectivos pueblos y cultos cuya presencia aporta un nuevo matiz a la búsqueda inicial, que se revelará más trascendente a medida que nuevos peligros e intereses le otorguen un nuevo significado que apuntará hasta la esencia misma de la alquimia.
  Quizá el gran despliegue ofrecido por el autor puede llevar a olvidar que no nos encontramos ante una novela histórica, tal y como el excelente prólogo nos recuerda, sino ante una historia que como el mismo autor define «hace trampa», aprovechando los recovecos oscuros de nuestro pasado, e imaginando lo que en ellos podría haber ocurrido, poblándolos de mantícoras, homúnculos, trolls, ninfas y otras criaturas de leyenda, apelando a ese «sentido de la maravilla», piedra filosofal que busca cualquier autor de fantasía que se precie.
  Llegados a este punto, quien más quien menos puede preguntarse si el guiso que David Mateo nos propone a lo largo de 645 páginas merece el viaje, o si la espera y esfuerzo exigido termina con un plato insípido que no deja satisfecho. En el último tramo del libro, desde el momento en que la acción se desplaza a Jericó y el trayecto se acerca a su fin, el lector paciente que ha sabido esperar a que todos los ingredientes estuvieran en su punto y no ha desistido, disfrutará de un final memorable, donde épica y batalla se mezclan de forma ejemplar y en el que muchos de los actores principales encontrarán un destino que nadie podría haberles imaginado. Habrá quien verá en este planteamiento un error de estructura en la obra, y quizá tendría razón si se tratara de un libro autoconclusivo. Como inicio de una saga, el libro deja un sabor memorable que satisfará al comensal, empujándole a repetir.

Y pese a todo…

...el mundo todavía giraba

Considerar que la novela de Juan de Dios Garduño es una de zombies sería como decir que Soy leyenda es de vampiros; una simplificación que más que ayudar a hacerse una idea de su contenido, despista.
  La referencia a la obra de Matheson no es arbitraria, Y pese a todo… bebe de muchas fuentes tanto literarias como cinematográficas, pero a mi juicio, su planteamiento deriva directamente de esta, hasta el punto que en muchos aspectos podría considerarse un ejercicio de reescritura. Como si el autor se hubiera planteado qué factor podría convertir la situación de Robert Neville en todavía más desesperada, y hubiera conseguido una respuesta tan simple como brillante: que no fuera el único superviviente, que tuviera que compartir su particular isla desierta con su odiado vecino. De este modo, a las penurias del día a día, al sentimiento de desolación y soledad, hay que sumar el de odio y rechazo que uno despierta en el otro.
  La novela está estructurada a partir de la alternancia de capítulos entre los dos protagonistas principales y vecinos en Bangor: Patrick, que vive con su perro Doggy, y Peter, que cuida de su hija Ketty. De la misma forma en que navega entre dos líneas temporales. La que cuenta su presente desasosegante, marcado por sus intentos desesperados de cubrir sus necesidades más básicas: la seguridad de sus viviendas, comida y medicinas; y hacer frente a sus fantasmas personales marcados por la culpa, la soledad y el engaño, que Peter mitiga hundiéndose en el alcohol y el afecto a su perro, y Patrick cuidando obsesivamente de su hija. Los recuerdos del pasado nos narran cómo empezó el conflicto, los planes de evacuación de la población que les llevaron a su situación presente, así como el origen del odio de Peter hacia Patrick.
  El ritmo de la narración es eléctrico, el autor controla con gran habilidad la dosificación de la información, no en vano tiene experiencia como guionista, consiguiendo mantener en vilo al lector por partida doble al ir desvelando con el tempo exacto los datos referentes al conflicto que llevó a los dos vecinos a enemistarse y por el otro a la terrible amenaza que ahora deben hacer frente. Del mismo modo sabe mantener el pulso firme a la hora de mostrar la evolución de los personajes y de sus sentimientos encontrados a medida que se suceden los acontecimientos. Mención aparte merecen los monstruos. Su peculiar naturaleza y habilidades les hace especialmente temibles, y siempre, siempre que entran en escena su intervención tiene tremendas consecuencias, resultando la tensión a lo largo de sus ataques avasalladora. Con todo, no es de extrañar que el libro de Juan de Dios Garduño haya llamado la atención de Vaca Films, la productora de Celda 211, que ya ha confirmado su intención de llevarla al cine. Esperemos que lo hagan con más respeto que el recibido hasta el momento por Soy leyenda.

Misfits: lo que Heroes no supo ser

Una gozada absoluta de serie que acaba de concluir su segunda temporada (de seis espisodios cada una más un especial de Navidad) y ya ha confirmado la tercera. Siendo simplistas se podría definir como la replica británica a la americana Heroes. El punto de partida puede no sonar original en exceso: un grupo de jóvenes problemáticos condenados a servicios comunitarios adquieren habilidades especiales al verse atrapados en una tormenta eléctrica. Nathan Young, insoportable graciosillo bocazas e inmaduro; Simon Bellamy, tan tímido e incapaz a nivel social como inteligente; Kelly Bailey, chica de barrio algo vulgar y agresiva; Curtis Donovan, prometedor atleta cuya carrera se ve truncada por un asunto de drogas y Alisha Bailey, bellezón juerguista y ligera de cascos. Todos ellos forman un grupo peculiar y heterogéneo de outsiders cuyas historias personales, estrechamente relacionadas con los poderes que adquieren (y que no conviene desvelar), se entrelazan con la trama principal de forma trepidante, sirviendo de hilo conductor el propio servicio social que deben desempeñar y que les pone en contacto con otros afectados por la tormenta. El tono es de un políticamente incorrecto la mar de sano, tanto por el lenguaje utilizado como por la forma en que refleja las relaciones sexuales. También cabe destacar la banda sonora, con presencia predominante de bandas británicas como Joy Division, Blur, La Roux o The Specials.