Los caminos de la creación son inescrutables, y poco podía imaginar Andrew Looney, programador, cuando dejó leer a sus amigos en 1987 la novela corta Icehouse, a la que luego añadiría como primer capítulo el relato «The Empty City», escrito dos años antes y que da nombre al libro, que más allá de la historia narrada, lo que de verdad les cautivaría sería un elemento de la misma que en principio él consideraba accesorio.
The Empty City nos narra las vivencias de un grupo de personajes, entre los que abundan artistas y seres excéntricos, en sus correrías por la ciudad del título. Una ciudad que se nos describe sobre todo a partir de espacios privados, como cafeterías y viviendas, y estructurada alrededor de su línea de metro. Escenario que también funciona como metáfora del vacío que llena el corazón de los solitarios, de aquellos que todavía no han encontrado pareja con la que compartir su existencia. En esta ciudad, un personaje más de la novela, todo parece posible, y la cotidianidad más elemental se ve alterada por la presencia de objetos que al lector le resultan extraños, no así a los pobladores de la novela: desde una bomba nuclear como regalo, a una máquina del tiempo que en realidad modifica la realidad de tal manera, que termina modificándose a sí misma para terminar cumpliendo la función para la que había sido creada; sin olvidar una peculiar comunidad de pelirrojos compuesta por artistas, que aseguran ser de procedencia marciana, cuyas creaciones no son más que recuerdos de lo que un día fue su civilización. Como el Icehouse, juego de pirámides multicolor al que se entregan con pasión los habitantes de la ciudad, un juego misterioso en el que varios jugadores mueven sus pirámides sobre cualquier superficie, sin un tablero ni reglas concretas.
Fue precisamente dicho juego el que subyugó a los amigos del autor, los mismos que le empujaron a hacer realidad esas misteriosas fichas piramidales y a darles unas reglas. Así nacería su empresa Looney Labs, con toda una gama de juegos de pirámides que pronto adquiriría notoria popularidad y cuya oferta se ha ido ampliando con otros juegos de mesa. Empresa con la que Andrew Looney publicaría en 1991 su novela «The Empty City», origen de todo.
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SVQAVMA (ilustración de portada)
Aquí la tenéis. Esta es la ilustración, los adjetivos los dejo para otros que yo todavía ando babeando, que David M. Rus ha creado para la portada del libro: el rostro de nuestro héroe, Ventanitas Manzana, entre un cielo amenazador y un suelo candente como el infierno, nos observa rodeado por diversas de las escenas que pueblan sus peripecias.
El libro ya aparece anunciado en la web de Grupo AJEC. Ya queda na y menos.
SVQAVMA (bocetos)
Fue allá por el 2006 cuando terminé la primera versión del libro. Tras la revisión de turno y mientras lo empezaba a mover entre el sector editorial, fue mi padre quien me sugirió que el tono de la historia era muy adecuado para un cómic o para un libro ilustrado. Casi de forma coincidente, apareció en los foros de Tierras de Acero un mensaje de un ilustrador interesado en colaboraciones. Cuando seguí el enlace a su página web, donde tenía muestras de su trabajo y vi de lo que era capaz, no me lo tuve que pensar ni un segundo para responder a su petición. Ese ilustrador era y es el inefable David M. Rus, con el que desde ese momento empezó una fructífera colaboración y amistad que se ha concretado ya en dos portadas, la de La Luna dormida, y la de Friki. Finalmente, la idea de un libro ilustrado no cuajó, pero David estuvo trabajando un tiempo en la idea, y fruto de esa labor son los bocetos que podéis ver aquí. La que sí verá la luz es la portada que lucirá el libro y en la que David ya lleva tiempo trabajando. Lo que he podido ver a día de hoy es acojonante.