Archivo de la categoría: Nada en particular

Cuanto no tenga cabida en el resto de categorias aterrizará aquí.

Solo este, ese y aquel

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Ya hace la friolera de 10 añitos que la RAE cambió la norma referente al acento diacrítico para distinguir los demostrativos adjetivos de los pronombres y la palabra «solo» adjetivo del adverbio. Así pues lo que toda la vida nos habían dicho de «se acentúan cuando sustituye al nombre» o «cuando se puede sustituir por «solamente»», dejaba de funcionar. El caso es que a la peña no le molaría la nueva normativa, —en parte con razón, pues si se eliminan los diacríticos se eliminan todos, leches—, porque por mucho que ha llovido uno sigue viendo en libros, periódicos y revistas, tanto impresos como electrónicos, que se sigue aplicando la norma antigua.
  Un servidor también era de los que se resistían, primero por desconocimiento de la «novedad» y luego porque se produce la paradójica situación que, al no aplicarlas ni el Tato, la mayoría de personal sigue creyendo que funcionan las normas antiguas y de aplicar correctamente la normativa vigente, uno corre riesgo de que se le recriminen ciertas faltas de ortografía que en realidad no lo son. Pero dado que la norma es la norma y la RAE es muy clarita al respecto, he decidido liarme la manta a la cabeza, que ahora con el calorcillo viene de muerte, y actualizar mi protocolo de acentuación a la versión 1999.

3.2.1. Demostrativos. Los demostrativos este, ese y aquel, con sus femeninos y plurales, pueden ser pronombres (cuando ejercen funciones propias del sustantivo): Eligió este; Ese ganará; Quiero dos de aquellas; o adjetivos (cuando modifican al sustantivo): Esas actitudes nos preocupan; El jarrón este siempre está estorbando. Sea cual sea la función que desempeñen, los demostrativos siempre son tónicos y pertenecen, por su forma, al grupo de palabras que deben escribirse sin tilde según las reglas de acentuación: todos, salvo aquel, son palabras llanas terminadas en vocal o en -s (→ 1.1.2) y aquel es aguda acabada en -l (→ 1.1.1). Por lo tanto, solo cuando en una oración exista riesgo de ambigüedad porque el demostrativo pueda interpretarse en una u otra de las funciones antes señaladas, el demostrativo llevará obligatoriamente tilde en su uso pronominal. Así, en una oración como la del ejemplo siguiente, únicamente la presencia o ausencia de la tilde en el demostrativo permite interpretar correctamente el enunciado: ¿Por qué compraron aquéllos libros usados? (aquéllos es el sujeto de la oración); ¿Por qué compraron aquellos libros usados? (el sujeto de esta oración no está expreso, y aquellos acompaña al sustantivo libros). Las formas neutras de los demostrativos, es decir, las palabras esto, eso y aquello, que solo pueden funcionar como pronombres, se escriben siempre sin tilde: Eso no es cierto; No entiendo esto.

3.2.3. sólo/solo. La palabra solo puede ser un adjetivo: No me gusta el café solo; Vive él solo en esa gran mansión; o un adverbio: Solo nos llovió dos días; Contesta solo sí o no. Se trata de una palabra llana terminada en vocal, por lo que, según las reglas generales de acentuación (→ 1.1.2), no debe llevar tilde. Ahora bien, cuando esta palabra pueda interpretarse en un mismo enunciado como adverbio o como adjetivo, se utilizará obligatoriamente la tilde en el uso adverbial para evitar ambigüedades: Estaré solo un mes (al no llevar tilde, solo se interpreta como adjetivo: ‘en soledad, sin compañía’); Estaré sólo un mes (al llevar tilde, sólo se interpreta como adverbio: ‘solamente, únicamente’); también puede deshacerse la ambigüedad sustituyendo el adverbio solo por los sinónimos solamente o únicamente.

Fuente: RAE

El silencioso

Jikan

Leonard Cohen se retiró en 1994 a un centro de meditación zen cerca de Los Angeles durante cinco años. A los dos fue ordenado monje budista y recibió el nombre Dharma de Jikan: el silencioso. Y aunque el mítico cantautor canadiense ha grabado un par de discos con nuevas canciones a lo largo de los años que siguieron a su retiro, lo cierto es que su voz profunda estuvo quince sin subirse a un escenario.
  Quizá fue cosa del destino, que más que de cruel peca de un sentido del humor negrísimo, o tal vez algún diosecillo de la competencia, ya se sabe que siempre andan a la gresca, no viera con buenos ojos que los hijos de Buda le cambiaran el Leonard por Jikan y mucho menos su significado; fuera lo que fuese, lo cierto es que su antigua representante, Kelley Lynch, le dejó sin un céntimo allá por 2005. Leonard la denunció por desvío de fondos, unos cinco millones, y ganó el juicio, pero la Lynch, que no estaba por la labor de delver el parné, se dio a la fuga.
  El silencioso no tuvo más remedio que regresar a los escenarios en 2008, con 73 años. Una auténtica putada para el artista de Montreal, un auténtico regalo para el resto de la humanidad. La gira, con el significativo nombre de The Fall Tour, llega a Barcelona, la última de sus seis citas españolas, el 21 de septiembre, ni más ni menos que en el día de su 75 cumpleaños. Como podéis sospechar, ya tengo mi entrada para rendirle un sentido homenaje a Jikan en día tan especial. Mientras llega el otoño, amenizo la espera con una de las primeras entradas que colgué en este blog: Pequeño vals vienés o cuando Lohen encontró a Lorca.

Sapere aude

Algún energúmeno, pocas dudas tengo sobre el sexo del culpable, descolgó ayer tarde la cisterna del baño de la biblioteca —al parecer el modus operandi fue colgarse de ella a lo Donkey Kong—, de tal forma que se desprendió de la cañería inferior y quedó ladeada, sólo sujeta por un tornillo a la pared, con lo que el agua que iba entrando por un extremo se derramaba por el otro en plan fuente vistosa. El asunto estuvo chorreando un buen rato, pero quienes estaban estudiando en las mesas cercanas no debieron preocuparse en exceso por el incipiente manantial que asomaba a la sala por debajo de la puerta, pues nadie movió un dedo hasta que una estudiante china vino al mostrador de préstamo a avisar del incidente. Cerramos la llave del agua, logramos devolver la cisterna a su posición original y llamamos a mantenimiento para que vinieran a asegurarla.
  Mientras el manitas se afanaba en una cura de urgencia, un becario y un servidor intentábamos, fregona en mano, achicar el dedo de agua que se había aposentado en el suelo de la estancia; no faltaron risitas de fondo como banda sonora de nuestros chapoteos. Frega que fregarás, mientras el chaval manipulaba la cisterna y nos comentaba la jugada, desde la sala alguien nos chistó reclamando silencio, sí, con toda probabilidad alguno de los estudiantes que minutos atrás escuchaban caer el agua con total estoicismo; evidentemente lo ignoramos, alzando incluso el tono de voz por aquello de joder. En estas que asoma la cabecita de una chica por la puerta y pregunta: ¿puedo utilizar el baño?
  Se habla mucho del Plan de Bolonia y de cómo va a truncar el sistema universitario actual. Nada más lejos de mi intención que defenderlo, sin embargo, convendréis conmigo en que para que algo se estropee es condición sine qua non que previamente funcionara.