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Visita al colegio Cèlia Artiga

El pasado miércoles 21 de abril fui invitado por el colegio Cèlia Artiga de Reus, con motivo de la semana de actividades de la diada de Sant Jordi, para charlar con los alumnos de 4º, 5º y 6º sobre Friki, libro que han trabajado en clase. Aproveché la ocasión para contarles por qué escribo, cómo surgió la idea de escribir la historia, cómo fue el proceso de escritura, y de qué forma se ven reflejados en ella la ciudad de Reus, y mis recuerdos de infancia. Lo verdaderamente interesante llegó con el turno de preguntas en el que los chavales estuvieron de lo más participativos y durante el cuál, surgieron cuestiones realmente interesantes como el origen de la idea para los kranks o los nombres imposibles de los protagonistas de la historia encadenada; por qué el primer y el último capítulo tienen el mismo título; por qué los padres de Tomás están divorciados o en qué establecimiento me inspiré para describir la tienda de Cómics Pancho. El colofón de la velada fueron dos asombrosos regalos hechos por los propios alumnos con la inestimable ayuda de sus profesores: un precioso punto de libro y un cuaderno compuesto, ni más ni menos, que por las opiniones que el libro ha merecido a cada alumno de las tres clases, de su puño y letra, sin trampa ni cartón, con una sinceridad encomiable. Hasta el momento había recogido más opiniones de adultos que de niños, los verdaderos destinatarios de la obra, y este pequeño tesoro ha solucionado la cuestión de un plumazo. Como os podéis imaginar me hizo una ilusión tremenda.
  Me lo pasé en grande, para qué os voy a engañar, y se lo debo agradecer a todo el equipo del Cèlia Artiga, en especial a Julián, de quién surgió la idea, a Esther y Jose, quienes trabajaron el libro en clase y recopilaron sus impresiones y, por supuesto, a los nanos, la classe de l’àliga y la classe dels castellers, que me brindaron su paciencia y atención.

P.D. En la web de literatura infantil Pequelibros ha aparecido un nuevo comentario sobre Friki. Lo que más me ha llamado la atención de este espacio virtual es el modo en el que se presentan las obras: de forma amena y dirigiéndose a los pequeños lectores de tú a tú. Podéis leerlo aquí.

contando batallitas

turno de preguntas

más batallitas

un relato de Pedradas

entrega del cuaderno

El meu avi Pere / Mi abuelo Pere

El meu avi Pere va néixer a Sant Esteve d’en Bas, quatre casetes de pedra envoltades de muntanyes i prats perdudes al capdamunt d’un turó. Podria dir-vos que era el cinquè de set germans i que de nen va haver d’ajudar a casa fent de pastor, que com a molts d’altres la Guerra Civil li va fotre en l’aire la joventut i li va tocar viure una postguerra trista i grisa, o que va tenir un bar i que quan arribava primer d’any perdonava els comptes pendents a tota la clientela. Us podria dir que, tot passejant, em va ensenyar les Rambles, la Plaça Catalunya, el Parc de la Ciutadella, em va portar al zoo, a navegar en «golondrina» i em va descobrir una ciutat, la Barcelona de finals dels setanta i començaments dels vuitanta, nova per mi tot i haver-hi nascut. Podria dir-vos que va comprar una casa en runes a Rajadell, un poblet del Bages, i la va convertir en el millor lloc on un nen voldria passar l’estiu. Us voldria explicar que allà em va ensenyar a anar en bicicleta, o que algunes tardes, quan anava amb els meus amics a veure’l a l’hort, ens donava pastanagues acabades de collir que netejava sota el rec. Podria dir-vos que li agradava molt jugar al billar a bandes o que mai es cansava de fer partides de dòmino.
  El meu avi Pere va marxar la matinada de Sant Jordi, una miqueta cansat de carregar amb el mateix cos des de feia noranta-quatre anys. M’han dit que ens espera, badant entre els llibreters que munten les parades sota les primeres llums de l’albada i amb l’aroma dolç de roses mullades que omple els carrers.

Mi abuelo Pere nació en Sant Esteve d’en Bas, cuatro casitas de piedra rodeadas de montañas y prados perdidas en lo alto de un cerro. Podría deciros que era el quinto de siete hermanos y que de niño tuvo que ayudar a su familia trabajando de pastor, que como a muchos otros la Guerra Civil le fastidió la juventud y le tocó vivir una posguerra triste y gris, o que regentó un bar, y que cada uno de enero perdonaba las cuentas pendientes a toda la clientela. Os podría decir que paseando me enseñó las Ramblas, la Plaça Catalunya, el Parc de la Ciutadella, que me llevó al zoo o a navegar en golondrina y me descubrió toda una ciudad: la Barcelona de finales de los setenta y principios de los ochenta, nueva para mí aunque había nacido en ella. Podría deciros que compró una casa en ruinas en Rajadell, un pueblecito del Bages, y la convirtió en el mejor lugar donde un niño querría pasar el verano. Me gustaría contaros que allí me enseñó a montar en bici, o que algunas tardes, cuando iba con mis amigos a verle al huerto, nos daba zanahorias recién cogidas que limpiaba bajo el riego. Podría deciros que le gustaba mucho jugar al billar, o que nunca se cansaba de echar partidas de dominó.
  Mi abuelo Pere partió la madrugada de Sant Jordi, un poquito cansado de cargar con el mismo cuerpo desde hacía 94 años. Me han dicho que nos espera entre libreros que montan sus tenderetes bajo las primeras luces del alba y el aroma dulzón de rosas mojadas que llena las calles.

Cosas de China (II)

Compitiendo con las bicicletas en popularidad, de un tiempo a esta parte van en aumento las motos eléctricas. Son tan silenciosas como las anteriores, y como ellas circulan de noche sin luz, pero son mucho más veloces, puedes llevarte un buen susto cuando paseando por cualquier calle atestada o incluso cruzando por un paso cebra, sientes el claxon de una pidendo paso a ras del cogote. Los modelos se han ido mejorando y ya alcanzan los 50 km/h, esto junto a su proliferación hace que se esté estudiando la necesidad de regularlas, cosa que hasta ahora no se había hecho por considerarlas meras bicicletas con motor. Como salidas de una viñeta de Watchmen, sorprende encontrárselas aparcadas en la acera mientras se recargan sus baterías, enchufadas a la corriente.

moto eléctrica

Tanto en bicis como en las motos eléctricas aparcadas ante las casas de sus propietarios o circulando, no es extraño advertir, cuando hace frío, la presencia de estos prácticos manguitos incorporados al manillar.

manguitos

El frenesí circulatorio en las ciudades Chinas resulta desconcertante. Es una seña de identidad que sucede tanto en las de mayor tamaño como Beijing o Shangai, con poblaciones permanentes superiores a 17 y a 19 millones, como en otras e tamaño «medio» como Souzhou o Hangzhou con una población superior a los 6 millones de habitantes. Los vehículos suelen cambiarse de un carril a otro sin atender demasiado a la preferencia del que circula por él. Los intermitentes se usan menos que en España, que ya es decir, y es el propio movimiento del vehículo vecino el que avisa al conductor de sus intenciones. No es extraño que un vehículo decida cruzar dos y tres carriles por la vía rápida, hasta acceder al que le permita coger la salida adecuada. En ciudades como Beijing uno termina acostumbrándose al acompañamiento constante de claxons mientras va en coche, avisos constantes, quejas y recriminaciones, que parecen seguir un código secreto indescifrable para el no iniciado.

sálvese quien pueda

Los pasos de cebra y semáforos de peatones no son garantía de nada. De hecho el consejo de nuestro guía de Beijing no puede ser más ilustrativo: «para cruzar la calle, haced lo que haga el chino de vuestra izquiera». Por mucho que nuestro semáforo esté en verde, no es extraño recibir pitadas de taxis y de motos eléctricas que nos sortean por delante y detrás mientras se cruza ojo avizor, sin olvidar las bicicletas que circulan por el mismo paso de peatones. Me llamó la atención la actitud de los dueños de dos bicicletas: una que circulaba por la vía ignorando el semáforo y otra que circulaba como un peatón más; estuvieron a punto de colisionar y se detuvieron a escasos centímetros del otro. Con un lacónico movimiento el segundo pareció recriminarle al primero que fuera con cuidado, que él estaba cruzando en verde por un paso cebra.

red light

Y es este otro elemento que llama la atención de los chinos al volante, de la misma forma que son de claxon fácil, resulta muy difícil, yo no lo conseguí, verles perder los papeles ni en las situaciones más propicias. El caos circulatorio se sobrelleva en silencio y sin histrionismos, sin insultos ni aspavientos. De camino a la estación de tren en Souzhou, nuestro vehículo, una furgoneta del estilo equipo A, impactó levemente con un autobus. Apenas un roce, aunque dada la desproporción de tamaños la esquina frontal derecha de nuestro medio de transporte quedó bastante afectada. El intercambio entre nuestro chófer y el del autobús, con la mediación de un par de guardias urbanos que pasaban por ahí, fue rápido y sin un solo gesto fuera de tono. Nuestro conductor dejó sus papeles a los guardias indicándoles que tenía que llevar una pareja de turistas a la estación y que de vuelta regresaría a rellenar los papeles correspondientes del seguro.
  Como anécdota surrealista, comentar que en pleno Beijing, en una vía de tres carriles atestada, nos dimos de bruces con un Audi A6, en llamas. Tenía la capota y las puertas abiertas para que el fuego pudiera arder sin acumularse en el interior. Y vaya si lo hacía. Incluso dentro de nuestra furgoneta, pasando lo más lejos posible, con un carril de separación, sentimos perfectamente el calor de la combustión. Ignoro qué le tiene que suceder a un coche que parecía nuevo, para terminar ardiendo de aquella forma o cómo se las apañarían los bomberos de la ciudad para llegar con celeridad hasta ahí entre semejante tráfico.

P.D. Agradecerle al diablo las palabras que le ha dedicado a Pedradas en su bitácora. De momento, parece que mi alma pecadora se ha librado de la condenación eterna.