Archivo del Autor: Enric Herce

Alarido de Dios

Alarido de Dios
Hay libros que te devoran. Que te atrapan y te mantienen pegado al sofá contra tu voluntad, como si un alien alojado en tu estómago te obligara a seguir pasando páginas en lugar de dedicarte a otros quehaceres. Libros que te hacen perder la noción del tiempo y de la realidad. El nuevo de José Miguel Vilar-Bou pertenece a esos, pero solo a medias. La noción del tiempo te la hace perder, pero la de la realidad no, de hecho a cada paso te la restriega por la cara como una mierda recién salida del recto. Un excremento que te perturba, que te obliga a mirar a los ojos del mundo en que vivimos, que te remueve por dentro y te hace sentir más vivo. José Miguel no va de Tarantino ni de John Woo, en su mundo los héroes hace mucho que pidieron la baja por depresión. Su violencia no es sensual ni molona, te sacude, te menea, te obliga a enfrentarte al meollo de la especie humana para que una vez en lo más profundo de la ciénaga, sepas valorar la extraña belleza de la flor que ha crecido en medio del lodazal. Porque en la nueva novela de José Miguel Vilar hay lirismo a cascoporro, frases y frases llenas de una belleza singular que te atenaza la garganta y amenaza con asomar por tus ojos en forma de lágrimas. Su prosa tiene el perturbador efecto de hundirte en la miseria, de asquearte hasta el malestar físico en escenas de tortura y de empalamientos, hasta empujarte al borde del abismo, para solo entonces, cuando crees haber llegado al límite, cogerte de la mano y hacerte sentir de nuevo en paz contigo mismo mediante una sola frase, un solo chiste.
  La evolución en el estilo del autor resulta evidente respecto a su obra anterior, Los Navegantes, la mayoría de sus elementos regresan aquí, pero mejor reposados, con una maceración más lograda, con una escritura que ha ganado en madurez. Atendiendo al tiempo de cocción, 4 meses, el mérito del resultado depende más del talento del autor que del tiempo dedicado. Y es que en Alarido de Dios, José Miguel ha logrado integrar el humor, el sexo y los anacronismos de forma más equilibrada que en su ópera prima, donde a menudo aparecían como invitados fuera de lugar, espontáneos a destiempo, mientras que aquí forman parte del todo, al igual que las disputas filosóficas, los destripamientos, decapitaciones, violaciones y otras finuras.
  Con tan solo dos novelas no me parece exagerado hablar de un estilo Vilarense o Bousiano, según se prefiera. Un estilo que en esta nueva obra da un paso más allá, exigiéndose nuevas cimas, distintos puntos de vista narrativos, notas a pie de página, juegos metaliterarios a lo «elige tu aventura» o mezcla de géneros como la poesía o el guión cinematográfico.
  Habrá quien le reprochará a JM, con parte de razón, el haber utilizado para su nueva construcción mimbres parecidos a los de la anterior. Otros consideraremos que es un cabronazo con demasiado talento, un asqueroso que mima el lenguaje a lo encantador de serpientes y lo moldea a su antojo, a placer, mientras la mayoría tenemos que conformarnos con peinarlo a contrapelo. Tampoco es plan que, con tan solo treinta tacos, el indeseable nos hubiera traumatizado a todos con una obra maestra.

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El silencioso

Jikan

Leonard Cohen se retiró en 1994 a un centro de meditación zen cerca de Los Angeles durante cinco años. A los dos fue ordenado monje budista y recibió el nombre Dharma de Jikan: el silencioso. Y aunque el mítico cantautor canadiense ha grabado un par de discos con nuevas canciones a lo largo de los años que siguieron a su retiro, lo cierto es que su voz profunda estuvo quince sin subirse a un escenario.
  Quizá fue cosa del destino, que más que de cruel peca de un sentido del humor negrísimo, o tal vez algún diosecillo de la competencia, ya se sabe que siempre andan a la gresca, no viera con buenos ojos que los hijos de Buda le cambiaran el Leonard por Jikan y mucho menos su significado; fuera lo que fuese, lo cierto es que su antigua representante, Kelley Lynch, le dejó sin un céntimo allá por 2005. Leonard la denunció por desvío de fondos, unos cinco millones, y ganó el juicio, pero la Lynch, que no estaba por la labor de delver el parné, se dio a la fuga.
  El silencioso no tuvo más remedio que regresar a los escenarios en 2008, con 73 años. Una auténtica putada para el artista de Montreal, un auténtico regalo para el resto de la humanidad. La gira, con el significativo nombre de The Fall Tour, llega a Barcelona, la última de sus seis citas españolas, el 21 de septiembre, ni más ni menos que en el día de su 75 cumpleaños. Como podéis sospechar, ya tengo mi entrada para rendirle un sentido homenaje a Jikan en día tan especial. Mientras llega el otoño, amenizo la espera con una de las primeras entradas que colgué en este blog: Pequeño vals vienés o cuando Lohen encontró a Lorca.

Sombras de una Vieja Raza

Sombras de una vieja raza
Tal y como está el patio, un servidor es escuchar la palabra «vampiro» y empezar a temblar, pero de una forma bien distinta en que lo hacía de crío. Un sudor frío me recorre la espalda, las piernas me fallan y me impiden salir por patas; la visión se me nubla e imágenes de púberes con las hormonas desatadas besuqueándose con jovenzuelos de buen ver en paisajes de postal asaltan mi torturada mente. La verdad es que acojona. Afortunadamente el libro de Alex Guardiola, finalista del Minotauro 2006, recorre sendas bien distintas, y aunque no deja de ofrecernos su particular y actual visión sobre el tema, queda claro que sus influencias andan más cerca de Stoker que de la Meyer.
  El libro desgrana la historia de Meliot, vampiro de alta estirpe que ha renunciado a su posición y vive como un humano. Durante años ha conseguido eludir la sed gracias a un compuesto artificial, pero dicho suero empieza a perder su efecto, al tiempo que sus sentidos vampíricos parecen debilitarse. Una doble narración nos irá relatando, por un lado, la historia del Meliot humano, como recluta al servicio de un conde medieval, y por otro la lucha de poder en el seno de la Vieja Raza, en la actualidad.
  Alex, consciente de que nada queda por inventar en la épica vampírica, y que para inventar según qué mejor estarse quieto, opta por ofrecer una visión urbanita del mito cercana a obras recientes, como la saga Blade o Underworld, pero sin olvidar algún guiño a la historia clásica, la de crucifijos y estacas. Las referencias cinematográficas no son gratuitas. La trama ambientada en el presente tiene un ritmo frenético, al más puro estilo de thriller de acción, con secuencias cortas que se suceden sin pausa, especialmente en el tramo final, y que pueden llegar a descolocar si uno no presta suficiente atención. El contrapunto a la vorágine se encuentra en la trama medieval. Más pausada, pero no por ello menos apasionante. Me gustaría destacar el esfuerzo del autor por documentarse acerca de aspectos de la época como la preparación y vida de la soldadesca, sin dejar de lado otros elementos más conocidos como puedan ser vestimenta y gastronomía. Con todo ello, y sin excederse en descripciones, consigue con éxito establecer el contraste necesario entre ambos marcos temporales, y que el lector realmente sienta que con los cambios de capítulos viaja en el tiempo, más allá de que los corceles hayan dejado paso a jaguars.
  En el debe del relato tal vez se le puedan reprochar, siendo tocapelotas, un par de cosas menores. La subtrama de los tres hermanos con poderes extrasensoriales pedía un mayor desarrollo; alguna que otra página de más hubiera ayudado a entender mejor sus motivaciones y algo atropelladas acciones. La segunda es alguna pincelada metaliteraria relacionado con la figura del narrador, como la de la página 97. Entiendo que busca dar un punto humorístico al texto, pero el resultado más inmediato puede ser desconcertar al lector y sacarlo de la trama.
  En relación a la edición debo confesar que me ha sorprendido gratamente. Los ejemplares de la colección Abelmuth de Grupo AJEC que había leído con anterioridad tenían un formato mucho más sencillo e incómodo. La nueva calidad prácticamente la equipara con el de su hermana mayor, Abelmuth Internacional. Mención aparte merece la portada de David Prieto, quien también se ha hecho cargo de la maquetación. La idea de una portada dentro de otra portada realmente resulta llamativa.
  Sombras de una Vieja Raza es una buena novela de vampiros, respetuosa con la mitología que la nutre y muy superior a Gótica, libro de la misma temática que ganaría el Minotauro al año siguiente. Probablemente Alex Guardiola lo hubiera logrado, de no tener entre los finalistas a competidores de la talla de Javier Negrete o Rafael Marín. O eso, o de haberse presentado un año más tarde.

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