A veces, perdemos de vista las motivaciones. Se nos tuerce la perspectiva, y sumidos como estamos en nuestras cosas, caemos en la inercia del ir tirando sin ser conscientes de ello. A menudo, pendientes como estamos de rechazos editoriales, de fallos de certámenes; de selecciones de antologías, de correcciones, de ilustraciones; de actualizar el blog y estar al día de las bitácoras que nos interesan, de comentar en este o aquel foro… de seguir escribiendo si todo lo anterior y el día a día nos deja tiempo, cojemos carrerilla y nos dejamos llevar olvidando disfrutar del paisaje que nos rodea. Decía que, a veces, los árboles no nos dejan ver el bosque, y como el burrico que tira del carro con la única obsesión de alcanzar esa zanahoria que oscila delante de nuestras narices, olvidamos por qué estamos haciendo lo que hacemos, por qué empezamos a hacerlo y qué es lo que lo hace tan especial.
Álvaro tiene ocho años y la misma mirada entre ilusionada y pícara que su padre Víctor. Juega al balonmano. Le gusta leer y las buenas películas de género y de animación. Varios compañeros de darle a la tecla me habían comentado lo inolvidable que resultaba abrir la caja y enfrentarse por primera vez con el libro encarnado en papel y tinta. Debo confesar que yo no sentí gran cosa al hacerlo. Entiendo ese sentimiento que sale a la luz cuando uno reconoce que se ha llegado al final de la senda y que el viaje, aunque a trechos difícil y tortuoso, ha merecido la pena; la emoción que nos desborda cuando percibimos que las piezas encajan, aunque sólo sea durante un breve lapso de tiempo. Lo entiendo y por eso lo reconocí ayer, cuando Víctor tuvo el detallazo de compartir esta foto. Moltes gràcies, company.
Felicidades de nuevo, amiguete. Comprendo lo que sientes y me alegro por ti. 8)
Gracias, Joe. La verdad es que son estos pequeños detalles inesperados los que, al menos a mí, más me ilusionan.
Siempre he creído que las personitas son mucho más exigentes que los adultos en lo que leen.
Totalmente de acuerdo, Paco. De ahí mi curiosidad. También considero que se les debe dejar a su aire y que cojan el libro cuando de verdad les apetezca hacerlo, animarles, pero nunca achucharles demasiado, pues es el primer paso para que lo aborrezcan.
Adivina qué regalo le voy a hacer a mi sobrino por su cumple… Ya te contaré. Por cierto, mi blog tiene hoy el honor de escribir sobre ti. 8)
¿De verdad? Oye pues espero que le guste porque aunque ya ha llegado a manos de algún niño como Álvaro o Erik, todavía no tengo la opinión de ninguna personita, sólo de adultos. ¡Y muchas gracias por la entrada! 😀 A ver si en breve actualizo con los blogs que en los últimos días se han hecho eco de la publicación.
Ahí va uno de tus primeros lectores. Además los niños son los mejores. Mola la naturalidad con que recibiste la caja. Es un momento que llevas esperando toda la vida pero al final es como todo y sólo te dice que, en realidad, el trabajo acaba de empezar.
Tú lo has dicho, JM. Al fin y al cabo creo que es lo que a todos los zumbados que nos da por ahí nos gustaría, que después del primero, viniera un segundo y que esto se convirtiera en una larga travesía y no en una escapada de fin de semana.