Hay libros que te devoran. Que te atrapan y te mantienen pegado al sofá contra tu voluntad, como si un alien alojado en tu estómago te obligara a seguir pasando páginas en lugar de dedicarte a otros quehaceres. Libros que te hacen perder la noción del tiempo y de la realidad. El nuevo de José Miguel Vilar-Bou pertenece a esos, pero solo a medias. La noción del tiempo te la hace perder, pero la de la realidad no, de hecho a cada paso te la restriega por la cara como una mierda recién salida del recto. Un excremento que te perturba, que te obliga a mirar a los ojos del mundo en que vivimos, que te remueve por dentro y te hace sentir más vivo. José Miguel no va de Tarantino ni de John Woo, en su mundo los héroes hace mucho que pidieron la baja por depresión. Su violencia no es sensual ni molona, te sacude, te menea, te obliga a enfrentarte al meollo de la especie humana para que una vez en lo más profundo de la ciénaga, sepas valorar la extraña belleza de la flor que ha crecido en medio del lodazal. Porque en la nueva novela de José Miguel Vilar hay lirismo a cascoporro, frases y frases llenas de una belleza singular que te atenaza la garganta y amenaza con asomar por tus ojos en forma de lágrimas. Su prosa tiene el perturbador efecto de hundirte en la miseria, de asquearte hasta el malestar físico en escenas de tortura y de empalamientos, hasta empujarte al borde del abismo, para solo entonces, cuando crees haber llegado al límite, cogerte de la mano y hacerte sentir de nuevo en paz contigo mismo mediante una sola frase, un solo chiste.
La evolución en el estilo del autor resulta evidente respecto a su obra anterior, Los Navegantes, la mayoría de sus elementos regresan aquí, pero mejor reposados, con una maceración más lograda, con una escritura que ha ganado en madurez. Atendiendo al tiempo de cocción, 4 meses, el mérito del resultado depende más del talento del autor que del tiempo dedicado. Y es que en Alarido de Dios, José Miguel ha logrado integrar el humor, el sexo y los anacronismos de forma más equilibrada que en su ópera prima, donde a menudo aparecían como invitados fuera de lugar, espontáneos a destiempo, mientras que aquí forman parte del todo, al igual que las disputas filosóficas, los destripamientos, decapitaciones, violaciones y otras finuras.
Con tan solo dos novelas no me parece exagerado hablar de un estilo Vilarense o Bousiano, según se prefiera. Un estilo que en esta nueva obra da un paso más allá, exigiéndose nuevas cimas, distintos puntos de vista narrativos, notas a pie de página, juegos metaliterarios a lo «elige tu aventura» o mezcla de géneros como la poesía o el guión cinematográfico.
Habrá quien le reprochará a JM, con parte de razón, el haber utilizado para su nueva construcción mimbres parecidos a los de la anterior. Otros consideraremos que es un cabronazo con demasiado talento, un asqueroso que mima el lenguaje a lo encantador de serpientes y lo moldea a su antojo, a placer, mientras la mayoría tenemos que conformarnos con peinarlo a contrapelo. Tampoco es plan que, con tan solo treinta tacos, el indeseable nos hubiera traumatizado a todos con una obra maestra.
BUena crítica. Y sin un sólo spoiler. En realidad, no dices nada de lo que trata. Me encanta!!
C.
Pues mira que he estado tentado de redondearla destripando el final de la quinta temporada de Perdidos. A lo traicionero. 😆
Yo estoy liado con el libro en el sentido más literal de la palabra y sólo lo dejo bajo amenazas (normalmente las de mi mujer). Por cierto, faltaste tú en la presentación de la Casa del Libro, Enric. A ver si este verano montamos una… 8)
Hombre, la presentación me caía un pelín lejos. Pero cuando esté de vaciones se aceptan propuestas. 😈