Imagen/relato

  Este es un pequeño relato que escribí para el juego imagen/relato I de Tierra de Leyendas en Sedice. Su mecánica es tan sencilla como, a partir de una imagen propuesta por cualquiera de sus miembros, dejar volar la imaginación y escribir la historia que esta nos inspire.

  Mentiría si te dijera que me olvidé.
Supongo que sería lo mejor para mi pobre orgullo castigado.
Pero mentiría.
Mentiría porque no ha pasado ni un solo día de estos treinta años en que no pensara en ti.
A veces era al despertar con las primeras luces del alba. Cuando motitas de luz tamizadas por las persianas me recordaban la forma en que brillaban tus ojos cuando algo te ilusionaba. Un regalo, un poema, el sabor de una comida. A menudo alguno de mis besos, de mis caricias de mis palabras al oído.
Otras veces eran tristes recuerdos los que me regresaban a ti. El de tus reproches desilusionados, el de tus puños golpeando mi pecho llenos de desengaño, el de la mirada airada con que respondías a cualquiera de mis mentiras.
Mentiría si dijera que me olvidó.
Porque sé que nunca jamás arrancaré de mi memoria las palabras que me dijiste el día que huiste. El día que partiste rendida. El día que claudicaste a mis canalladas y decidiste que merecías algo mejor. El día que te pedí por lo más sagrado que me perdonaras y me dieras otra oportunidad. Como si no me hubieras brindado ya suficientes.
No soy ninguno de los personajes que habitan tus cuentos, dijiste, no soy ninguna ondina enamorada que cada noche arriesga su vida acercándose demasiado a la orilla para estar cerca del ser amado, ni soy ningún hada dispuesta a sacrificar su magia por la piel de un mortal. Necesitaría 30 años para tragar todo el dolor que me has infligido y volver a mirarte a la cara como lo hice en el día y lugar que nos conocimos.
Que así sea, fue toda mi respuesta. Y tu ojos sorprendidos me miraron titubeando entre la duda y el desprecio.

El otoño ha llegado una vez más de puntillas. Discreto, ocre, melancólico. Con música de hojas secas que crujen al pisarlas y lluvia fría que resbala sobre las ventanas de cualquier bar. Pero este no es un otoño cualquiera. Este es el otoño que nos vio alegres, jóvenes, enamorados. Aquel que fue fiel testigo de nuestros primeros besos, paseos, encuentros; treinta años atrás.
El mismo banco. El mismo parque. Los mismos árboles robustos, poderosos, de ramas torturadas por el peso de los años y los errores.

  Se me olvidó la hora. ¿Qué quieres? Mi memoria ya no es lo que era. Ni lo son mis piernas, ni mis ojos, ni mi piel. Y lejos de dejar pasar esta útima oportunidad, llevo esperando sobre la dura madera del banco desde buena mañana. Mirando curioso a cuantas mujeres han pasado frente a mí. Preguntándome si sería capaz de reconocerte una vez te tuviera de regreso. ¿Quién puede olvidar el paraíso perdido?
He recordado la luz anaranjada que arrancaba dorados destellos de tus largos cabellos. He recordado el azul intenso de aquel jersey azul que se ceñía a tus pechos. He recordado tus botas marrones arrancando polvo de la arisca vereda. He recordado tantas cosas de aquel primer día…
Y todo, todo ello, se ha esfumado al anochecer.

  Mentiría si te dijera que no esperaba tu regreso.
Mentiría si dijera que no esperaba tu perdón.
Mentiría.
Mentiría si dijera que ya no te quiero.