Los asiduos a este blog ya se habrán percatado de que en él no aparecen reseñas de libros. De hecho tampoco lo suelen hacer de películas, ni de música, ni de otros productos culturales. El motivo no esconde ningún secreto de difícil confesión. Sencillamente considero que ya hay gran cantidad de blogs, la gran mayoría, en la que se pueden encontrar críticas con esos contenidos. Y dado que no considero mis opiniones ni forma de expresarlas como nada del otro jueves, prefiero limitarme a la motivación principal con la que nació esta bitácora: curriculum literario y espejo de paranoias personales.
Sin embargo, recientemente se ha dado una curiosa situación. De entre los últimos libros que he leído, seis han sido escritos por autores con los que tengo contacto, con algunos más estrecho que con otros, y en la mayoría de los casos vía internetil, aunque ya he tenido la ocasión de conocer a alguno en persona. El asunto es que a todos ellos les prometí, en su día, el consabido comentario al finalizar la lectura, pero entre pitos y flautas y viendo que la cosa se está alargando y tomando peligrosos visos de quedar en promesa incumplida, he decidido coger el toro por los cuernos y en lugar de dejar comentarios repartidos entre blogs y portales de género, dedicarles una merecida entrada a la reseña de cada uno de ellos.
Cometiendo una justicia galopante he decidido empezar por el último de los leídos. La razón, de nuevo, no esconde grandes misterios: es el que tengo más reciente y eso siempre facilita el asunto.
Juanma Aguilera afirmaba en la presentación del libro que Claudio Cedrán había creado un nuevo género con El Dios de los Mutilados: el spaggethi fantasy, en alusión a los western italianos de Sergio Leone y compañía. La definición no puede ser más exacta, entre otras cosas porque el propio autor lo reconoce en su blog, pero lo cierto es que el sabor de la épica crepuscular del spaggethi y de sus antihéroes empapa las 235 páginas de la obra. Me gustaría añadir que por poco que uno rasque, también sabrá reconocer entre sus páginas a Peckinpah y a John Woo; el campeonato de artes marciales de Operación Dragón o Dragon Ball según generación, el Kung Fu de Carradine o las féminas con katana y armas imposibles de Tarantino y su humor negro y violento. Y todavía me quedo corto.
La segunda parte de la definición viene dada porque no faltan en sus páginas elementos típicos en las novela de fantasía como elfos, un hobbit no reconocido, bárbaros, paladines, asesinos, pícaros, arqueros, dragones, dioses, cultos ancestrales, objetos de gran poder y sí, una misión para salvar el mundo. Dicho todo esto quizá empecéis a haceros una idea de qué ofrece esta novela. Y no, aunque parezca mentira el resultado no es un todovale indigesto.
La historia que El Dios de los Mutilados desgrana podría resumirse a grandes rasgos en un grupo de mercenarios y una misión. Sin embargo la trama no peca ni de previsible, hay al menos un par de giros de los que te dejan con cara de tonto, ni de aburrida. El autor consigue que el lector no sufra la siempre incómoda sensación del «esto ya lo he leído antes» y lo hace apoyándose en los puntos fuertes de la obra: sus personajes y el sentido del humor.
Sobre el variado plantel que pulula por sus páginas recae el mayor peso del libro. El grupo de aventureros comparten protagonismo de forma coral pero no por ello dejan de estar perfectamente caracterizados y dotados de una personalidad bien definida. De hecho, el rol que adoptan dentro del grupo y las relaciones que entre ellos se establecen resulta imprescindible a la hora de conocerles mejor. En la mayoría de los casos el autor parte de arquetipos que el aficionado al género reconocerá sin problemas para darles la vuelta en el momento menos pensado, y convertir en complejidad lo superficial, lo maniqueo en difuso.
El estilo de Claudio es dinámico y directo. Prescinde de descripciones innecesarias o de explicaciones gratuitas sobre el mundo en el que ocurre la acción, tan propias del género. El lenguaje empleado no busca llamar la atención sobre sí mismo, es un instrumento al servicio de la historia. Una historia que avanza sin pausa con un ritmo trepidante. Echando un vistazo a los referentes mencionados en el primer párrafo uno pronto caerá en la cuenta que todos ellos son cinematográficos y no es casual, pues nos encontramos frente a un estilo muy visual y una narración estructurada en escenas.
El tono del libro busca ante todo entretener. Abunda la acción desbocada, especialmente en el último tramo de la obra en la que el ataque a la fortaleza, con tono de traca final, no es más que el preludio a un más difícil todavía, donde siguen las muertes y los enfrentamientos sangrientos en un escenario escalofriante. Sin embargo no sería justo ignorar la crítica social que subyace a lo largo de toda la trama. Corrupción, pederastía, violencia de género y otras lacras de nuestra sociedad actual, así como un retrato nada complaciente de la naturaleza humana, aparecen a lo largo de la obra dejando un gusto amargo que sólo el tono humorístico general hace más llevadero.
Aunque nos encontramos frente al primer volumen de una trilogía, en el que se dejan unos mínimos cabos sueltos que den pie a continuidad, el libro se lee sin problemas como historia independiente con un final. Un servidor se ha quedado con ganas de más, pero no con la sensación de coitus interruptus tan común en este tipo de sagas, lo cual, y más teniendo en cuenta la memoria que gasto, siempre es de agradecer.
Ficha del libro: El Dios de los Mutilados.
Web del autor: Conservado en alcohol.
Hola, pues para no prodigarte mucho con las reseñas, no sé te da nada mal, hombre. A ver si te animas más en este tema.
Tu entrada me recuerda que yo también le debo un comentario a Claudio.
Por cierto siento el retraso de Friki, llévalo con paciencia y anímate.
La verdad es que soy poco aficionado a escribirlas. Si encima me encuentro con que ya he leído por ahí alguna que esté bien elaborada y que expresa una opinión similar a la mía, pues todavía le encuentro menos motivo. Suelo arrancarme sólo en caso de que se trate de una obra poco conocida que merece difusión, como fue el caso de Náufragos de Emilio Morote en Sedice o si tengo una opinión claramente divergente con las leídas.
Los seis libros a que hago mención en el título son bien conocidos por todos y de ellos ya se han escrito varias críticas para todos los gustos, de ahí la aclaración.
Muchas gracias por los ánimos, Alex. 😉