Los caminos de la creación son inescrutables, y poco podía imaginar Andrew Looney, programador, cuando dejó leer a sus amigos en 1987 la novela corta Icehouse, a la que luego añadiría como primer capítulo el relato «The Empty City», escrito dos años antes y que da nombre al libro, que más allá de la historia narrada, lo que de verdad les cautivaría sería un elemento de la misma que en principio él consideraba accesorio.
The Empty City nos narra las vivencias de un grupo de personajes, entre los que abundan artistas y seres excéntricos, en sus correrías por la ciudad del título. Una ciudad que se nos describe sobre todo a partir de espacios privados, como cafeterías y viviendas, y estructurada alrededor de su línea de metro. Escenario que también funciona como metáfora del vacío que llena el corazón de los solitarios, de aquellos que todavía no han encontrado pareja con la que compartir su existencia. En esta ciudad, un personaje más de la novela, todo parece posible, y la cotidianidad más elemental se ve alterada por la presencia de objetos que al lector le resultan extraños, no así a los pobladores de la novela: desde una bomba nuclear como regalo, a una máquina del tiempo que en realidad modifica la realidad de tal manera, que termina modificándose a sí misma para terminar cumpliendo la función para la que había sido creada; sin olvidar una peculiar comunidad de pelirrojos compuesta por artistas, que aseguran ser de procedencia marciana, cuyas creaciones no son más que recuerdos de lo que un día fue su civilización. Como el Icehouse, juego de pirámides multicolor al que se entregan con pasión los habitantes de la ciudad, un juego misterioso en el que varios jugadores mueven sus pirámides sobre cualquier superficie, sin un tablero ni reglas concretas.
Fue precisamente dicho juego el que subyugó a los amigos del autor, los mismos que le empujaron a hacer realidad esas misteriosas fichas piramidales y a darles unas reglas. Así nacería su empresa Looney Labs, con toda una gama de juegos de pirámides que pronto adquiriría notoria popularidad y cuya oferta se ha ido ampliando con otros juegos de mesa. Empresa con la que Andrew Looney publicaría en 1991 su novela «The Empty City», origen de todo.