El niño miraba ensimismado como las embarcaciones se mecían a la luz del ocaso. Se agachó y buscó entre la arena alguna piedra plana y lisa que hacer saltar sobre las aguas de aquel mar, tan lleno de destellos que cualquiera diría de cristal. El niño lanzó la piedra y descubrió, aterrado, que no sólo lo parecía.
Ostia, quin punt! jeje. Mola.